MEDITACIONES

"EBENEZER" A LAS PUERTAS DE UN NUEVO AÑO27 de Diciembre de 2009

La expresión “ebenezer” se traduce como “hasta aquí nos ayudó el Señor”, son palabras de gratitud, de confianza y también de hacer balance, de mirar como el Señor ha sido fiel a lo largo de los días. Nosotros cantamos: “Dios, nuestro apoyo en los pasados siglos, nuestra esperanza en años venideros” 
LA VENIDA DE JESÚS13 de Diciembre de 2009

Cuando vemos alguna persona detenida largo  tiempo, sin hacer nada o, al contrario, moviéndose pero desa2nadamente, yendo de una lado para otro, nos llama la atención. Casi sin darnos cuenta nos preguntamos qué andará haciendo o qué estará esperando.
VOZ QUE CLAMA6 de Diciembre de 2009

El hombre de la antigüedad vivía en contacto directo con la realidad, con su prójimo, como mucho maleando su visión del mundo a través de tradiciones y costumbres, pero sus percepciones iban a acontecimientos, sen-mientos y experiencias que lo tocaban directamente. Sus tristezas y alegrías eran reacciones simples a sucesos que cercanamente y de modo concreto concernían a su vida.
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SOMOS FELICES Y NO LO SABEMOS29 de Noviembre de 2009

Una de las expresiones de moda, no la única, es aquella de: “Quiero realizarme, tengo derecho”. En esta frase se encierran muchas de las mentiras de nuestro mundo. Como siempre, el engañador de este siglo sugiere algo atractivo, aparentemente correcto y deseable.
ESPERA EN DIOS15 de Noviembre de 2009
A un respetado rabí le preguntaron en cierta ocasión cual consideraba él que era el más importante de todos los mandamientos, consejos, o invitaciones, de la Palabra de Dios; a lo que respondió: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.” (Prov. 3:5)
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"Ebenezer" A las puertas de un nuevo año


La expresión “ebenezer” se traduce como “hasta aquí nos ayudó el Señor”, son palabras de gratitud, de confianza y también de hacer balance, de mirar como el Señor ha sido fiel a lo largo de los días. Nosotros cantamos: “Dios, nuestro apoyo en los pasados siglos, nuestra esperanza en años venideros” (221. himnario antiguo).

Un proverbio oriental dice: “Cuando llegues a la última página del libro, ciérralo”. Eso da a entender que hay que abrir otro libro. Hay que empezar de nuevo. Hay que escribir otra parte de la historia de nuestra vida.

Hace tiempo aprendí un bonito pensamiento acerca del nuevo día, lamento no recordar su autor. Se llama “El Nuevo Día” y dice así:

“Este es el principio de un nuevo día. Dios me ha dado este día para hacer de el lo que yo quiera. Lo que haga hoy es importante porque estoy cambiando un día de mi vida por el. Cuando llegue el mañana, este día se habrá ido para siempre, dejando en su lugar aquello que cambie por él. Quiero que sea algo bueno, no malo; algo que tenga éxito, no fracaso; algo que valga la pena por lo que pagué por él”.

Y lo mismo se podría decir del “Nuevo Año”. Hay personas que a pesar de haber empezado el nuevo año, siguen viviendo en el pasado. No pueden, o no quieren, olvidar los fracasos que experimentaron durante ese año, tal vez alguna desgracia familiar, tal vez algún desencuentro, en fin, no faltan circunstancias por las cuales atravesamos el año pasado y es difícil olvidarlas, más no imposible.

El ayer ya pasó. El año 2009 quedará atrás. No hay nada que podamos hacer por lo que ya no existe. Con cuanta razón Mateo 6:34 dice: “Así, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta cada día su propio mal”.

Jesús nos enseña a saber vivir el día a día. No hay razón para preocuparnos por aquello que no ha sucedido y tal vez ni sucederá. Pero el propósito de estas líneas es de dar gracias a Dios porque nos permi?ó vivir un año más.

Es verdad, tuvimos luchas, problemas, enfermedades, fracasos, desalientos, malos entendidos, pero pensándolo bien, todo esto es parte de la vida. No podemos imaginarnos una vida en donde todo transcurre por caminos de bonanza. Cristo mismo nunca nos prome?ó un jardín de rosas, por el contrario, él dijo: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

Así que, debemos estar agradecidos con Dios de que, todavía estamos aquí. Muchos no vieron el amanecer del nuevo año. Pero si estáis leyendo esta página, quiere decir que estamos vivos y disfrutando de un nuevo día y un año nuevo. ¡Oh, sí! Seguiremos teniendo luchas, pero también tenemos la promesa de que Dios estará con nosotros. El ha prometido no dejarnos nunca ni desampararnos. Y así es. Gracias a Dios por ello.

JMM. Pastor

LA VENIDA DE JESÚS (MATEO 24:37-44)

13 de Diciembre de 2009


Cuando vemos alguna persona detenida largo  tiempo, sin hacer nada o, al contrario, moviéndose pero desa2nadamente, yendo de una lado para otro, nos llama la atención. Casi sin darnos cuenta nos preguntamos qué andará haciendo o qué estará esperando.

Si después de un tiempo, llegamos a la conclusión de que no está esperando nada o que simplemente se mueve a tontas y a locas, inmediatamente inferimos qué esa persona no está bien, o es un chiflado.

Y no andamos del todo desencaminados, porque si hay algo que caracteriza al ser humano es justamente moverse con sentido, tener una intención, una dirección en sus actos, en sus esperas. Es algo inherente a la criatura humana: vivir de intenciones, de motivos, de horizontes, de fines.

Es pues la finalidad, el motivo, el bien que pretendo alcanzar lo que me lleva a pensar en la acción y realizarla. El fin es lo que da nervio y fuerza a los medios que empleo para intentar conseguirlo. La causa de las causas.  

Pero el fin es algo más que eso: el fin es lo que define la realidad misma de las cosas. Cuando uno ve un aparato extraño inmediatamente se pregunta para qué sirve, que finalidad tiene. Si sirve para lavar los platos es un lavavajillas; si su fin es afeitar se trata de una afeitadora; si su objetivo es calentar la comida, es una cocina; si sirve para ser leído es un libro.

Lo que define a los seres, pues, es su finalidad. De ahí que cuando alguien quiere saber “qué es el hombre”, ‐y por lo tanto ‘quién soy yo’‐ tiene que preguntarse ¿para qué existe el hombre?, ¿cuál es el motivo de su existencia?, ¿por qué está en el mundo?, ¿cuál es el sentido de la vida?

La Navidad apunta como respuesta a esas y otras muchas preguntas. Apunta hacia el horizonte último, la finalidad realmente final, la ‘causa de las causas’ de la historia humana y de cada una de nuestras historias. Allí donde todo adquiere sentido, o de lo contrario, si esto no fuera así, donde la finalidad sería la tragedia y el sinsentido.

El sentido de tu vida es encontrarte con Dios, salir al encuentro del que viene hacia ti. No estás confinado a las breves expectativas de ese engaño colorista de un consumismo disparatado. Detrás de todo, en cada instante, y también al final de tu vida, se ve al Hijo del hombre venir, humilde y al mismo tiempo majestuoso, acompañado de los cán2cos angelicales que proclaman su gloria.

Pastor Julio Marañón Magallón

SOMOS FELICES Y NO LO SABEMOS

29 de Noviembre de 2009

Una de las expresiones de moda, no la única, es aquella de: “Quiero realizarme, tengo derecho”. En esta frase se encierran muchas de las mentiras de nuestro mundo. Como siempre, el engañador de este siglo sugiere algo atractivo, aparentemente correcto y deseable.

El deseo de progresar, de mejorar, es natural, hasta encomiable, diría yo. Se trata de cambiar de una situación para vivir otra distinta; eso sí, no siempre mejor. Lo cierto es que la vida nos obliga a efectuar cambios para acomodarnos a las nuevas realidades. Las circunstancias favorables como las adversas, incluso la propia existencia: la niñez, la juventud… ¡cómo pasan! ¿verdad? Aún no hemos terminado de acoplarnos a una, y ya entramos en la otra. Como cualquier cambio, implica pérdida y esfuerzo –aunque sea para progresar, este siempre va acompañado de dolor y
renuncias. No son los cambios los que proporcionan la felicidad, sino el contenido que el ser humano tiene en el interior. Por eso, no se trata de arreglar lo de afuera, sino lo de dentro. Es importante ser feliz en cualquier situación que se nos presente y eso, eso hay que aprenderlo.

Se trata de una conquista, según opinión de Pablo: “He aprendido a contentarme” (Filipenses 4:11). Las suyas son palabras de conquista. Pablo no era un cínico que se conformaba en llevar una vida infrahumana o que fuera indiferente al dolor e insensible a las necesidades. La indiferencia es una pérdida de la sensibilidad. Indiferente es el corazón que se encallece hasta no sentir afecto por nadie.

No nos engañemos, Pablo no era ni débil de carácter, ni falto de resolución o entusiasmo. Si así fuera sus palabras serían la expresión de un fracaso. Muchos hay que se retiran vencidos. Pero Pablo, nuestro Pablo, por el contrario está preparado mental y moralmente para decidir su vida y encauzar su esfuerzo. Sabía pensar y reflexionar y no solo tenía la capacidad y la voluntad suficiente para conocerse, sino que tenía además, una fina apreciación de las cosas y de las personas.

Era incansable de manos y corazón. Atento para aprovechar la ocasión que Dios le daba. Su anhelo le inspiraba a trabajar sin tregua para llenar la tierra del reino de Dios. Pero …, en esos momentos está en la cárcel, sin poder ejecutar lo que su corazón le empujaba. Todo oscuro, todo en contra, pero en lugar de lamentarse, dice con alegría: “He aprendido…”.


¿Has aprendido tú, algo? Pablo no tenía internet, ni coche, ni teléfono móvil, ni tantas otras cosas que nosotros tenemos. Por si fuera poco su salud era precaria y sus circunstancias adversas, pero estaba contento. Había aprendido la lección más importante de la vida. Así que podía decir, me siento gozoso en cualquier situación en que me encuentre. Esto lo he aprendido bien, y lo que es bueno para mí, sin duda será bueno para ti. Por propia experiencia te digo que puedes ser feliz, más aún, a lo mejor eres feliz y no te has dado cuenta. No son las cosas, las circunstancias lo que tienen que cambiar, sino tú que, con la ayuda de Dios, has de aprender a contentarte, a disfrutar lo que tienes.

Pastor Julio Marñón Magallón

VOZ QUE CLAMA

El hombre de la antigüedad vivía en contacto directo con la realidad, con su prójimo, como mucho maleando su visión del mundo a través de tradiciones y costumbres, pero sus percepciones iban a acontecimientos, sen-mientos y experiencias que lo tocaban directamente. Sus tristezas y alegrías eran reacciones simples a sucesos que cercanamente y de modo concreto concernían a su vida.

Todos sabemos lo que ha significado en la vida humana el invento del alfabeto: nada menos que el comienzo de la historia. Todo aquello que solo se conservaba en la memoria y se trasmitía de generación en generación por medio de la palabra hablada, comienza a fijarse en piedras, tejas y, finalmente, papeles que permiten, al mismo -empo que no sobrecargar las memorias individuales, mantener frescos lejanos tes-monios, en su tono original.

Hoy se habla, no ya de libros y televisión, sino de la “realidad virtual” capaz de ser creada por una computadora y sumergirnos en el mundo y situación que nosotros mismos elijamos.

Ojalá desapareciera el úl-mo analfabeto del mundo, pero mucho más ojalá que el hombre de hoy pueda en su mayoría encontrar a través de la palabra de Dios, de la voz de los cristianos –a la manera de Juan el Bautista‐ a la verdadera luz. A Aquel que es la explicación de todas las cosas, al que vino a iluminar los senderos del ser humano, al que es realmente el puente mediante el cual cada uno de nosotros puede lograr aquello para lo cual ha sido creado, y que es llegar a Dios.
Todos nosotros debemos ser en esto como el “precursor”, la voz que clama en el desierto –(vs. nuestra ciudad)‐ este mundo agostado por el error, estéril en el amor, ilusorio en sus expecta-vas y mo-vaciones. Ser la voz que saca de su abstracción a aquellos que están atrapados por el universo virtual de papel y la electrónica, y volvernos a la realidad de su exis-r autén-co en compromiso y entrega a Jesucristo.

Pero, para que nuestra voz pueda orientar a los demás a la luz, también -ene que se avalada por el tes-monio. Debemos transformarnos en “testigos de la luz”, con nuestra conducta, con nuestra alegría, con nuestro escuchar y leer frecuentemente la palabra de Dios, la única que nos conecta con la realidad, con nuestra capacidad de amor y entrega, con la fidelidad a nuestros deberes, con nuestra serenidad frente a las adversidades, con nuestra mirada puesta en Jesús.

Pastor Julio Marañón Magallón

ESPERA EN DIOS

15 de Noviembre de 2009

A un respetado rabí le preguntaron en cierta ocasión cual consideraba él que era el más importante de todos los mandamientos, consejos, o invitaciones, de la Palabra de Dios; a lo que respondió: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.” (Prov. 3:5)

A veces el inconsciente nos juega malas pasadas. Su capacidad no tiene límites. Magnifica lo pequeño, embellece lo feo, honra lo innoble. Hace que el hombre pequeño se vea grande, digno y superior a los demás. Llega al punto de hacernos creer que podemos disponer de riquezas y recursos que no tenemos. Elevado a las estrellas, sabio en su propia opinión, el hombre parece no conocer el peligro.

Uno mide su fuerza con la del resto de los hombres y deduce conclusiones erradas. Por ser superior en algo se cree superior en todo. Porque se siente bien resguardado, se cree a salvo de Dios. ¡Cuidado!, dice la Palabra, “Te crees rico y eres pobre” … y también aquello de: “Quien piense estar firme mire no caiga”. No te apoyes ni acá ni allá, ni en esto ni en aquello, de lo contrario crecerás torcido, y el cayado en que te apoyes en lanza se tornará y terminará por herirte. Apóyate enteramente en Dios. Como El está en todas partes, en todo lugar, en cualquier
circunstancia, tú quedarás bien. Esto será tú rectitud e integridad en tú camino, conforme permanezcas en la Roca de los siglos, serás salvo y seguro.
 
Allí hallarás descanso para ti, calma para el alma y paz para el espíritu. ¡Cuán necesitados estamos de ello! Confía en la voluntad de Dios para tu vida. En ella encuentra mi alma paz y quietud, perfectamente segura de que El hace lo mejor para mí.
 
Esto, que es bueno para mí, también lo es para ti. Descansa en el Señor y espera en El tranquilamente, y luego ve y gástate en ayudar a otros con la experiencia que tú has tenido. 

Pastor Julio Marañón Magallón