SOMOS FELICES Y NO LO SABEMOS

29 de Noviembre de 2009

Una de las expresiones de moda, no la única, es aquella de: “Quiero realizarme, tengo derecho”. En esta frase se encierran muchas de las mentiras de nuestro mundo. Como siempre, el engañador de este siglo sugiere algo atractivo, aparentemente correcto y deseable.

El deseo de progresar, de mejorar, es natural, hasta encomiable, diría yo. Se trata de cambiar de una situación para vivir otra distinta; eso sí, no siempre mejor. Lo cierto es que la vida nos obliga a efectuar cambios para acomodarnos a las nuevas realidades. Las circunstancias favorables como las adversas, incluso la propia existencia: la niñez, la juventud… ¡cómo pasan! ¿verdad? Aún no hemos terminado de acoplarnos a una, y ya entramos en la otra. Como cualquier cambio, implica pérdida y esfuerzo –aunque sea para progresar, este siempre va acompañado de dolor y
renuncias. No son los cambios los que proporcionan la felicidad, sino el contenido que el ser humano tiene en el interior. Por eso, no se trata de arreglar lo de afuera, sino lo de dentro. Es importante ser feliz en cualquier situación que se nos presente y eso, eso hay que aprenderlo.

Se trata de una conquista, según opinión de Pablo: “He aprendido a contentarme” (Filipenses 4:11). Las suyas son palabras de conquista. Pablo no era un cínico que se conformaba en llevar una vida infrahumana o que fuera indiferente al dolor e insensible a las necesidades. La indiferencia es una pérdida de la sensibilidad. Indiferente es el corazón que se encallece hasta no sentir afecto por nadie.

No nos engañemos, Pablo no era ni débil de carácter, ni falto de resolución o entusiasmo. Si así fuera sus palabras serían la expresión de un fracaso. Muchos hay que se retiran vencidos. Pero Pablo, nuestro Pablo, por el contrario está preparado mental y moralmente para decidir su vida y encauzar su esfuerzo. Sabía pensar y reflexionar y no solo tenía la capacidad y la voluntad suficiente para conocerse, sino que tenía además, una fina apreciación de las cosas y de las personas.

Era incansable de manos y corazón. Atento para aprovechar la ocasión que Dios le daba. Su anhelo le inspiraba a trabajar sin tregua para llenar la tierra del reino de Dios. Pero …, en esos momentos está en la cárcel, sin poder ejecutar lo que su corazón le empujaba. Todo oscuro, todo en contra, pero en lugar de lamentarse, dice con alegría: “He aprendido…”.


¿Has aprendido tú, algo? Pablo no tenía internet, ni coche, ni teléfono móvil, ni tantas otras cosas que nosotros tenemos. Por si fuera poco su salud era precaria y sus circunstancias adversas, pero estaba contento. Había aprendido la lección más importante de la vida. Así que podía decir, me siento gozoso en cualquier situación en que me encuentre. Esto lo he aprendido bien, y lo que es bueno para mí, sin duda será bueno para ti. Por propia experiencia te digo que puedes ser feliz, más aún, a lo mejor eres feliz y no te has dado cuenta. No son las cosas, las circunstancias lo que tienen que cambiar, sino tú que, con la ayuda de Dios, has de aprender a contentarte, a disfrutar lo que tienes.

Pastor Julio Marñón Magallón